viernes, 12 de junio de 2009

Mi cuerpo mi elección. Decidir no es un delito


Queremos remarcar la hipocresía que rodea al movimiento antiabortista, dado que estxs mismxs son lxs que apoyan la pena de muerte, no dicen nada ante el despido masivo de trabajadores que deja familias enteras en la calle, o se muestran contrarios a investigaciones científicas que pueden salvar muchas vidas.

Vemos inaceptable la tutela de nuestro cuerpo que vulnera nuestra capacidad de decidir sobre él y la criminalización de las mujeres que han tomado la decisión de abortar.
En todo momento vemos la interrupción voluntaria del embarazo como una elección reflexiva y consciente.
A la Iglesia, con la derecha siempre tan vinculada, se le llena la boca con el derecho a la vida y ¿dónde queda el derecho a decidir sobre nuestra propia vida?
¿Acaso la Iglesia se preocupó mucho por salvaguardar el derecho a la vida durante la época de su mayor institución, la "Santa" Inquisición?

Si el rechazo de la Iglesia a los condones, y a los métodos anticonceptivos en general, no tuviera más trascendencia que la que le quieran conceder los católicos adultos, informados y con posibilidades de elección, tal vez no habríamos de preocuparnos mucho.
En países como el nuestro, donde en general hay acceso suficiente a la información para que cada cual decida, la mayoría de los católicos optan por utilizar métodos anticonceptivos, ignorando pecaminosamente los mandatos de su Iglesia.

Sin embargo, ocurre que la Iglesia no se conforma con dictar normas para que las sigan quienes quieran, sino que pretende, hasta donde lo permiten sus posibilidades, que sus dictados sean seguidos por todo el mundo.
Y, dados su gran poder y su enorme influencia, puede conseguir un importante efecto a escala planetaria sobre las políticas de defensa contra el sida y de control de la natalidad.
Lo cual significa que la Iglesia promueve una ingente cantidad de nacimientos de personas abocadas a la desnutrición y a la miseria (esto le supuso enemistarse con la no precisamente extremista Unicef:
hace años la Iglesia le retiró su apoyo por defender la anticoncepción en países donde los niños se mueren de hambre).
Y fomenta una profusión de contagios de sida pues, siendo otra la actitud eclesiástica, en buena medida podrían haberse evitado.
La Iglesia ocasiona, por tanto, muerte y extraordinario sufrimiento a una escala que creo que puede competir con los peores fanatismos del siglo XX.



Pero nosotrxs creemos que para reducir los abortos, el remedio no es prohibir sino poner soluciones, garantizando la financiación total de anticonceptivos en la sanidad pública y reabriendo centros de planificación familiar, hoy en día inexistentes en la mayoría de ciudades.

También hay que dar el máximo de información posible impulsando la educación sexual, reconociendo el derecho a decidir, el derecho a una sexualidad independiente de la reproducción y el disfrute de ésta desde diferentes opciones sexuales, desarrollando así una responsable y consciente vida sexual.




Depende de nosotrxs.

1 comentario:

  1. La Iglesia cada vez se va quedando más atrás.
    Es lamentable que se crea que aun está en sus mejores de tiempos de la Inquisición para ir infundiendo el miedo y la prohibición.
    Que se gaste sus millonarias sumas de dinero en "ayudar al prójimo" y no a dar por culo como siempre!

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